Читать книгу Inés онлайн
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Así es, tal vez se trate de una de esas recetas para elaborar un manchamanteles, un gigote cuajado, un ante de mamey, unos buñuelos de viento, una torta de cielo.
O bien, puede ser otro tipo de receta, tal vez una para elaborar alguno de esos venenos con los que afirmaban que aniquilé a algunos de mis enemigos y por eso me asignaron un título más: “asesina” Hermana Lucrecia, me llamaban algunos, porque afirmaban que era tanto mi conocimiento, que entre los libros de mi celda se encontraba la fórmula del mítico veneno de los Borjia. Cuentos nada más, pues de aquel veneno nunca fui muy entendida, pero sí de muchos otros que son aun más efectivos.
Ahora, después de haber recordado contigo tantas cosas y enterarte de otras, te pido que nuevamente contemples mi retrato. Aquí está mi rostro delicado, ahora comprendes por qué mis ojos castaños parecen mirar a lo lejos, al horizonte, a la inmensidad. Son tiernos, emanan dulzura, reflejan bondad y candidez. Son expresivos, son los ojos de una monja, aun puedo lograr que causen ese efecto alucinante, conseguí atraparlo con la maestría de mi pincel, capturé el hechizo que ejercen sobre las personas. Dicen que la mirada nunca miente, pero la mía siempre lo ha hecho. Excepto contigo, mi señora, a ti siempre te miro con el alma. Me pregunto si desde el primer instante en que te cruzaste con mi mirada habrás adivinado en ella todo esto.