Читать книгу Esther, una mujer chilena онлайн

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La Alameda estaba vacía. Parece día de huelga, sin tranvías, sin autos ni peatones, recuerdo que comenté en voz alta. ¿Y cuándo has visto tú la ciudad en huelga?, me preguntó Samuel en ese tono que no espera respuesta. Así describe la ciudad en huelga Javiera Zamora, así que así debe ser. Nos reímos de la ocurrencia y seguimos caminando.Mejor piensa en qué vas a estudiar en la universidad en lugar de estar pendiente de huelgas y de política, me recriminó mi hermano menor aprovechando el efecto del alcohol, que le confería cierta supremacía. Voy a estudiar medicina, sentencié, y de inmediato lo repetí en voz más alta: VOY A ESTUDIAR MEDICINA. Samuel me miró; no me abrazó ni me tocó, pero se le humedecieron los ojos, qué buena idea, vas a ser la mejor doctora de Chile. Mamá se habría puesto contenta. Entonces me puse a llorar y mi hermano me abrazó.

Estuvimos unos minutos abrazados porque no se me pasaba el llanto. La chomba de Samuel quedó empapada por las lágrimas que seguí derramando sin poder despegarme de él. Era poco usual que nos abrazáramos. Ayudó el alcohol y la soledad de la noche. Dejar la condición de colegiala es un salto importante en la vida, pero hacerlo sin la mamá me daba la sensación de que estaba saltando al vacío.

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