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VII

Pues que se ha visto cuán son dignas de reverencia la autoridad imperial y la filosófica, que parecen apoyar las opiniones propuestas, hay que volver a la recta calle del proceso emprendido. Digo, pues, que esta opinión del vulgo tanto ha durado, que sin respeto alguno, sin inquirir razones, se llama noble a todo aquel que es hijo o nieto de tal hombre valiente, aunque eso nada valga. Y esto es aquello que dice: Y así tanto ha durado esa falsa opinión entre nosotros, que llámasele noble a quien puede decir: «Yo he sido hijo o nieto de tal hombre valiente». Aunque eso nada valga. Porque se ha de notar que es peligrosísima negligencia el dejar que la mala opinión tome pie; que así como la hierba se multiplica en el campo inculto y excede y cubre a la espiga de trigo, de modo que mirando por doquier no nace el trigo, y se pierde el fruto al cabo, así la mala opinión de la mente sin castigo ni corrección aumenta y se multiplica, de modo que la espiga de la razón, es decir, la opinión verdadera, se esconde, y, casi sepultada, se pierde. ¡Oh, cuán grande es mi empresa en esta canción, al querer escardar campo ora tan hojarascoso, como es el del sentido común, tan de tiempo atrás sin cultivo! Ciertamente que no es mi intención limpiarlo del todo, sino sólo en aquellas partes donde las espigas de la razón no están completamente ahogadas; es decir, quiero enderezar a aquellos en quienes vive todavía alguna lucecilla de razón, por su buen natural; porque se ha de cuidar tanto de ellos como de los animales brutos, pues que no me parece maravilla menor el recobrar la razón, ya del todo apagada, que el volver a la vida a quien ha estado cuatro días en el sepulcro.

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