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Muy bien podría decir alguien: ¿Conque podría llamársele obediente lo mismo al que siga los malos consejos que al que siga los buenos? Respondo que tal cosa no sería obediencia, sino transgresión; que si el rey ordena un camino el siervo ordena otro, no se ha de obedecer al siervo, lo cual sería desobedecer al rey; y así habría transgresión.

Y por eso dice Salomón cuando quiere corregir a su hijo -y éste su primer consejo-: «Oye, hijo mío, el consejo de tu padre». Y luego le aparta al punto de los malos consejos y enseñanzas, diciendo: «Que no te puedan cazar con lisonjas ni deleites los pecadores, porque vayas con ellos». De aquí que, apenas nacido, el hijo se cuelga del pecho de su madre, y apenas muéstrase en él alguna luz de razón, debe atender a las correcciones de su padre, y el padre enseñarle. Y guárdese de no darle ejemplo con sus obras contrario a las palabras con que le corrige; porque vemos naturalmente cómo los hijos miran más a las huellas de los pies paternos que a las otras. Y por eso dice y ordena la ley, que a tal provee, que la persona del padre debe mostrarse a sus hijos santa y honesta siempre; y de aquí el que la obediencia sea necesaria en esta edad. Y por eso escribe Salomón en los Proverbios «que aquel que humilde y obediente aguanta las justas reprensiones del que le corrige, será glorificado», y dice será, para dar a entender que habla el adolescente que aún no tiene edad. Y si alguno tergiversase esto, diciendo que se ha dicho tal del padre tan sólo y no de los demás, digo que al padre se debe reducir cualquier otra obediencia.

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