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XXVI

Luego que hemos argumentado acerca de la primera partícula de esta parte, que muestra aquello por que podemos conocer al hombre noble por señales aparentes, hemos de proceder a la segunda parte, que comienza: Es en la juventud templada y fuerte.

Digo, pues, que del mismo modo que la naturaleza muéstrase en la adolescencia obediente, suave y vergonzosa, así en la juventud se hace templada y fuerte, amorosa y leal. Cosas las cinco que parecen y son necesarias a nuestra perfección, en cuanto hace a nosotros mismos. Y acerca de esto hemos de saber que todo cuanto la naturaleza noble prepara en la primera edad está preparado y ordenado por providencia de la Naturaleza universal, que ordena la particular a su perfección.

Esta nuestra perfección se puede considerar de dos maneras. Puédese considerar respecto a nosotros mismos, y ésta debemos tener en nuestra juventud, que es el colmo de nuestra vida. Puédese considerar con respecto a los demás. Y como primero es menester ser perfecto y luego comunicar la propia perfección a los demás, es menester tener esta perfección después de esta edad, es decir, en la senectud, como más abajo se dirá.

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