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Y así, refrenado, muestra Virgilio, nuestro mayor poeta, que estaba Eneas en la parte de la Eneida en que esta edad se representa, parte que comprende el cuarto, quinto y sexto libro de la Eneida. ¡Y cuanto refrenar fue aquél cuando, habiendo recibido tanta complacencia de Dido, como se dirá en el séptimo

Tratado, y gozado con ella tantos deleites, partió para seguir honesto, laudable y fructuoso camino, como está escrito en el cuarto de la Eneida! ¡Cuánto espolear fue aquél, cuando el propio Eneas luchó solo con la Sibila para entrar en el infierno en busca del alma de Anquises, su padre, contra tantos peligros, como se muestra en el libro sexto de dicha historia! Por donde se ve cómo en nuestra juventud hemos de ser, para nuestra perfección, templados y fuertes. Y esto es lo que hace y demuestra la buena naturaleza, como dice el texto expresamente.

Además necesita esta edad para su perfección ser amorosa, porque le es menester mirar hacia atrás y adelante, como cosa que está en el círculo meridional. Es menester que ame a sus mayores, de los cuales ha recibido ser, alimento y doctrina, de modo que no parezca ingrata. Es menester que ame a sus menores, a fin de que, amándolos, les dé de sus beneficios, por los cuales luego, en la menor prosperidad, sea por ellos sostenido y honrado. Y este amor es el que el poeta nombrado en el quinto libro susodicho, muestra que tuvo Eneas, cuando dejó a los viejos troyanos en Sicilia, recomendados a Aceste, y los apartó de los trabajos; y cuando enseñó en aquel lugar a Ascanio, su ahijado, esgrimiento con los otros adolescentes. Por donde se ve que a esta edad es necesario amor, como el texto dice.

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