Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

407 страница из 1361

Fue después de volver de una de esas excursiones cuando mi padre, llamándome aparte, se dirigió a mí del siguiente modo:

—Mi querido hijo, me alegra mucho comprobar que has vuelto a tus antiguos placeres y parece que vuelves a ser tú mismo. Y, sin embargo, aún estás triste y rehúyes nuestra compañía. Durante un tiempo he estado completamente perdido al respecto y no podía ni siquiera imaginar cuál podría ser la causa de esto; pero ayer se me ocurrió una idea, y si está bien fundada, te ruego que me la confirmes. En este punto, la discreción no solo sería completamente inútil, sino que contribuiría a triplicar nuestras tribulaciones.

Temblé visiblemente cuando terminó aquella introducción, y mi padre continuó:

—Te confieso, hijo mío, que siempre he considerado el matrimonio con tu prima como el fundamento de nuestra felicidad familiar y el báculo de mi ancianidad. Os conocéis desde que erais muy niños; estudiabais juntos y parecía, por vuestros caracteres y gustos, que estabais hechos el uno para el otro. Pero los hombres a veces estamos tan ciegos… y lo que yo creía que podía ser lo mejor para encauzar mi plan puede haberlo arruinado por completo; tal vez solo la mires como a una hermana, sin que haya en ti ningún deseo de convertirla en tu esposa. Es más, seguro que has encontrado a otra de la que estás enamorado; y, considerando que has comprometido tu honor en el futuro matrimonio con tu prima, ese sentimiento puede causar el punzante dolor que pareces sentir.

Правообладателям