Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―De primera. Sabes que el dinero me tiene sin cuidado teniendo el preciso para vivir. No quiero la preocupación de una fortuna. Tengo un pequeño pero próspero negocio, ¿De qué me servirá entonces ahorrar?

―El dinero no lo es todo, hijo, pero es muy necesario. Debes pensar que cualquier día querrás casarte y establecer un hogar fijo…

―¿Casarme yo? ¡Ja, ja, ja, ja…! ¿Quién va a querer casarse con un vagabundo como yo? Me gustan las aventuras, ir de un lado para otro. Me encanta lo nuevo, lo desconocido. Y ya se sabe, a las mujeres les atrae todo lo contrario. Lo tranquilo, lo seguro, lo estable…

―Eso es lo que tú crees. De jovencita, a mí me entusiasmaban los hombres como tú. Los aventureros, los atrevidos. Ya encontrarás una mujer, ya. Entonces frenarás tus ímpetus.

Con una sonrisa burlona, Dan preguntó de repente:

―¿Qué diría usted si de repente me presentara casado con una india?

Jo no se inmutó. Cuando se trataba de Dan todo podía esperarse.

―La recibiría encantadísima si era una buena muchacha. ¿Es que acaso piensas casarte con…?

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