Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Naturalmente que sí. La naturaleza es lo más artístico que existe. E indiscutiblemente la del Oeste es maravillosa. Bellos animales, magníficos paisajes… ―afirmó Laurie, deseoso de animar aquella idea que estaba germinando―. Incluso las prosaicas calabazas son allá como apropiadas para convertirse en carrozas para la «Cenicienta».

Nan se sumó al proyecto, medio en serio, medio en broma.

―Funda la ciudad, Dan. Crecerá de prisa y mientras, tendré tiempo para conseguir el título de médico. Yo seré el médico de la nueva ciudad, que llamaremos Dansville en honor y gloria de su fundador.

―No va a ser posible. Porque Dan no admitirá en su ciudad mujeres de menos de cuarenta años. Menos aún si son jóvenes y bonitas ―dijo Tom, que veía con inquietud la admiración que Dan despertaba en Nan.

―Los médicos están por encima de las leyes. De manera que eso no reza para mí. En Dansville, como todo serán personas sanas, activas y enérgicas, seguramente no habrá enfermedades. ¡Ah, pero eso sí! Descalabraduras y huesos rotos por domar potros salvajes o heridas causadas por los indios no van a faltar. De modo que un médico irá muy bien, ¿no crees, Dan?

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