Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

744 страница из 1361

―¡Señora, señora! Se ha metido un hombre en casa. Tiene un aspecto muy sospechoso. Le he dicho que usted no recibía a nadie y ha dicho que no se iría sin verla.

―¡Eso ya pasa de la raya! Por la fuerza no debemos someternos. Ahora bajo para tratar debidamente a ese impertinente ―exclamó Jo, ya decididamente enfadada.

Mary siguió a Jo, sofocada e indignada, pero deseosa de ver otra vez a aquel hombre misterioso, que a pesar de su aspecto desaliñado parecía muy interesante.

―Ha dicho que si no le recibía, lo iba usted a lamentar.

―Además, con amenazas, ¿eh? ¡Vamos, pues!

Súbitamente sonó una voz. Grave, firme, segura, y con un tonillo burlón.

―¿Y no es cierto que lo sentiría usted?

Jo quedó un segundo paralizada por la emoción. Luego bajó corriendo los escalones que faltaban y se abalanzó sobre el desconocido para abrazarle afectuosamente. Mary lo veía sin creerlo.

―¡Dan, Dan! ¡Hijo de mi alma! ¡Qué sorpresa! ¿De dónde sales ahora?

―De California. He venido sólo para verla, mamá Bhaer. ¿No lo habría lamentado si no llega a recibirme?

Правообладателям