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―Ellos no han tenido la culpa de que lloviera. Después de todo no han sino lo pesados que suelen ser otros. Pero necesito trabajar, tengo necesidad de hacerlo.

Pero estaba visto que era un día aciago. Al poco rato, Mary se presentó, conteniendo la risa a duras penas.

―Lo siento. Pero se presentado una señora que pide autorización para cazar langostas en su jardín.

―¿Qué dices? ―preguntó Jo con incredulidad.

―Sí, sí. Langostas o saltamontes, que es lo mismo. Le dije que usted estaba muy ocupada y me contestó: «Tengo una colección de saltamontes de las principales celebridades. Me falta uno del jardín de la señora Bhaer».

Jo rio, divertida por la extravagancia.

―Que se lleve todos los que quiera. No deseo otra cosa que librarme de ellos.

Mary no tardó en volver. Reía con ganas, sin disimulo.

―Ahora pide alguna prenda que usted haya usado. Está haciendo un cubrecama con retales de prendas famosas.

―Dale aquella toquilla roja. Y ¡por favor, Mary! Desearía trabajar. ¡Por favor!

Una vez más se presentó Mary.

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