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CAPÍTULO VI
ÚLTIMOS CONSEJOS
El día de la partida era domingo. En grupo se encaminaron a la iglesia disfrutando en su paseo de un tiempo magnífico. Daisy se quedó en casa alegando jaqueca. Jo comprendió que era la congoja de la próxima partida de su amado lo que tenía, y se quedó junto a ella.
Antes, Meg habló claramente:
―Daisy sabe bien cuáles son mis deseos y puedo confiar en ella. De Nath debes encargarte tú, Jo. Hazle comprender bien claro que no me gustan ni deseo estos amoríos y que si no lo comprende así me veré obligado a prohibir toda correspondencia.
―No te preocupes, Meg. Hablaré con Nath. En realidad ya quería hacerlo, lo mismo que con Emil y Dan. Puedes marchar tranquila a misa con tu John, que más parece un novio que un hijo tuyo. Porque hoy estás guapísima y más joven que nunca.
―Me halagas para ayudar a Nath. Pero en eso no transijo. Lo sabes muy bien. De modo que haz lo posible por complacerme.
―Descuida, hablaré con el chico.
No tuvo que esperar mucho Jo para hacerlo. Poco después de haber marchado Meg del brazo de su apuesto John apareció Nath. En su paso había algo furtivo. Deseaba aprovechar los últimos momentos para estar con Daisy.