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Con su habitual sinceridad, Nan dijo:

―Lamento de veras que estos chicos se vayan. Vamos a estar aburridísimas.

―Yo también. E incluso Bess, que exige que los hombres sean un modelo de elegancia, hace un momento se lamentaba de lo mismo ―contestó Daisy.

―Allí está hablando con Dan. ¡Hay que ver lo que ha cambiado Dan! ¿Te acuerdas que siempre nos perturbaba con sus bromas? Decíamos que acabaría siendo pirata. Ahora me parece el más guapo y distinguido de la reunión.

―No estoy de acuerdo, Nan ―contestó la enamorada Daisy―. A mí me gusta mucho más Nath. Encuentro muy atractivo a Dan, lo confieso, pero me cansa con su desbordante energía.

―Eso es precisamente lo que me encanta ―interrumpió Nan con entusiasmo―. Un hombre debe ser fuerte, tenaz, activo, enérgico, audaz y si me apuras un poco… tal vez hasta un poquitín pendenciero. Sólo a un hombre así se le puede dar el título de «rey de la creación». En cambio, fíjate en Tom…

―Es un buen muchacho.

―Sí. Lo es. Nunca lo he puesto en duda. Pero ¿qué es lo que hace? Está perdiendo el tiempo, convirtiéndose en el hazmerreír de todos. No creas que no lo siento, no. Por mi gusto, ningún chasco le daría, pero si le trato con simpatía se forja esperanzas y vuelve a la carga sin darse cuenta de la realidad. Si le rechazo, ¿qué hace entonces? Se lamenta y enfurruña, como un niño que no le dan la golosina que quiere. La vida es lucha. Y el hombre debe luchar.

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