Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Sí. Pero es que en esta casa es todo tan elegante, que aún con mis mejores vestidos me encuentro ridícula.

―Deberías pedir consejo a la señora Brooke. Conmigo fue muy atenta. Parece «imposible la maña que tiene. Con un par de retoques que me indicó, mi vestido parece realmente otro. Tiene un gusto exquisito en todo y se desvive por ayudar.

―Realmente resultas monísima con este vestido. Seguiré tu consejo y preguntaré a Meg. En realidad, ya me aconsejó en otros problemas y a Mary Clay también.

―A mí me aconsejó gimnasia. Me daba mucha rabia, porque me estaba poniendo como un tonel. Pero ahora ya lo digo tranquilamente porque lo he podido evitar.

―Son toda la familia muy buena gente. El señor Laurence paga todas las cuentas de Amelia Merril. ¿No lo sabías? Cuando su padre se arruinó, ella se vio obligada a dejar el colegio. Pero el señor Laurence corre con todos los gastos.

―¿Y el profesor Bhaer? ¿A cuántos chicos da clase gratuitamente por las tardes en su casa? A muchos, no lo dudes.

En la terraza fue reuniéndose un grupo numeroso. Cómodamente sentados en los peldaños de la escalinata, daban cuenta entre bromas de una suculenta cena fría.

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