Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―¿Por qué no vienes conmigo, tía? A bordo estarías como en casa. Cuando atracásemos, verías otros países.

―Yo ya estoy anclada aquí. Soy un barco viejo.

―¿Viejo? ¡Ni soñarlo! Pero ¿sabes? Una cosa me gusta. Eso que no estropeas las despedidas con lágrimas.

―¿Para qué? ―bromeó Jo―. Las lágrimas son gotas de agua salada. Y un marino ve tantas que ya no les prestaría atención. Cuando tengas un barco propio, efectuaré un viaje contigo. Lo deseo de verdad.

―Si llego a tener un barco, su nombre será Jovial Jo. Tú serás la madrina y presidirás el primer viaje.

―Siempre he soñado con un viaje por mar. También en vivir un naufragio en un mar embravecido…

―Si ése es tu gusto procuraremos complacerte. El capitán dice que le traigo la suerte y el buen viento. Será cuestión de esforzarse para proporcionarte una tormentita.

―Todo lo tomas a broma, Emil, y eso es bueno en ocasiones. Pero ahora vas a embarcarte como oficial. Tu deber será mandar, no sólo obedecer. ¿Estás preparado debidamente? Mandar cuesta más. Es de mayor responsabilidad. No debes permitir tampoco que el poder te convierta en un tirano.


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