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A Dan le agradó aquella afirmación, pero no lo creía posible y lo dijo sinceramente.
―No creo que llegue ese día. Aún soy medio salvaje. Intento establecerme, pero termino cansándome del ocio y emprendiendo una nueva aventura. No me extrañaría nada que cualquier día ocurriese algo.
Jo se inquietó.
―Imagino que habrás tenido alguna aventura peligrosa, Dan. No quiero preguntarte si tú no me lo cuentas por propia iniciativa. Pero si pudiera ayudarte en algo…
―No hay que darle demasiada importancia ―se excusó Dan―. Aunque confieso que Frisco no es precisamente un nido de ángeles.
―Ese dinero que has traído, ¿lo has ganado en el juego?
―No. En el juego gané mucho dinero. Pero acabé por perderlo todo. Éste que he traído lo gané especulando, que no deja de ser un juego, pero de categoría. El otro juego lo dejé antes de que fuese demasiado tarde. Las cartas son mala compañía.
―Gracias doy a Dios porque lo decidiste. No vuelvas a jugar. Si sintieras esa tentación, aléjate a tus praderas, a tus montañas. Ésa es una pasión que lleva a todo lo peor.