Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
793 страница из 1361
Jo se enjugó unas lágrimas. Casi murmurando dijo:
―Tengo el presentimiento de que a uno de los tres ya no volveré a verle… o le veré totalmente cambiado. ¡Que Dios los guarde!
CAPÍTULO VII
EL LEÓN Y EL CORDERO
La marcha de los tres jóvenes fue la señal para una desbandada casi completa.
El profesor llevó a Jo a las montañas para que descansase. Los Laurence se tomaron unas vacaciones en la orilla del mar. La familia de Meg y los hijos de Jo se turnaban en la vigilancia y cuidado de las casas, en Plumfield, entre visitas al mar o a la montaña.
Cuando ocurrieron los sucesos que vamos a relatar, en Plumfield estaban Meg, Daisy, Rob y Teddy. Los dos muchachos acababan de regresar.
Como Nan había ido a pasar una semana con su amiga, y John y Tom estaban de excursión, el lugar había quedado desierto.
El hombre de la casa era Rob que ayudado del viejo Silas estaba de vigilante general.
Tal vez fueran los efectos del aire de mar, pero el caso es que Teddy estaba más revoltoso que nunca. Meg andaba literalmente de cabeza a causa de las travesuras de su sobrino. Octto, la yegua de Dan que estaba temporalmente a su cuidado, estaba rendida de cansancio porque «el león» no le daba tregua. El perro Don estaba ya cansado de lucir sus habilidades ante el muchacho y se rebelaba gruñéndole.