Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Nath levantó la mirada. En su expresión había tristeza e incredulidad.
―¿De verdad cree que las cosas van a suceder así? ¿Que se olvida cuando se ama de veras?
Jo no se atrevió a afirmarlo, porque realmente no lo pensaba. El muchacho se animó ante aquel silencio.
―Entonces, si estuviera en mi lugar, ¿qué haría usted?
Jo estaba desconcertada. No sabía qué decir, porque simpatizaba con aquel sentimiento.
―Te diré lo que haría en tu lugar. Diría: «La madre de Daisy me rechaza. Yo conseguiré que se sienta orgullosa de darme su hija. Seré un gran músico para y por ella». Eso haría. Y si a pesar de intentarlo con todas las ansias no lo conseguía, algo habría logrado: ser mejor, valer más.
―Eso es lo que pensaba hacer. Lo que haré. Pero me gusta oírselo a usted. Es como una puerta abierta a la esperanza. Me doy perfecta cuenta de lo que sienten por mí. No olvidan que fui recogido por caridad, que mi padre fue músico ambulante; que pedía limosna. Pues bien, si antes fuimos ricos y por los reveses de la fortuna nos vimos en tal situación, ningún Blake cometió nunca nada deshonroso. Y no voy a cometerlo yo, pase lo que pase. De eso pueden estar todos muy seguros.