Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Las noticias de Bolsa no te interesan. Las pasaremos, pues. Las informaciones musicales te dejan frío. Aquí hay algo que antes solía apasionarte.

―¿De qué se trata?

―De un suceso. ¿Lo leo?

―Tú misma, si te parece.

―Dice: «Un hombre mata a otro…»

―¡No! ¡No! No lo leas, por favor…

Aquel ruego salió de lo más hondo del atormentado muchacho y sorprendió a la «Princesita». Jo se impresionó por el dolor que representaba para Dan, que se tapó la cara con un brazo como huyendo de la luz.

Bess se acercó a su tía.

―Me parece que debe querer dormir.

―Sí, déjale. Ya le cuidaré yo ahora.

Cuando la señora Bhaer se decidió a acercarse a Dan, éste dormía realmente. Como si el sueño quisiera liberarle de malos recuerdos.

Más compadecida de él que nunca, Jo se sentó a su lado, en una sillita baja. Deseaba pensar la forma de resolver aquel conflicto, y deseando estuviera en su mano conseguirlo.

El sueño de Dan era inquieto. Tenía, no obstante, una mano cerrada sobre su pecho con un ademán firme y resuelto.

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