Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

934 страница из 1361

La tranquila desesperación de Dan llenó de dolor el corazón de Jo. Pero no quiso darle esperanzas, porque ella entendía que no las había y habría sido cruel mantener esta ilusión.

Sin embargo, aquel amor sin esperanza podía servir para purificar su vida y elevarle por encima de lo que hubiera sido sin esa ilusión.

Pocas mujeres aceptarían casarse con él, en sus actuales circunstancias, con su pasado, con un presente aventurero e inestable y con un futuro cargado de dudas.

Por otra parte, pensó Jo, era mejor que siguiera solo. No fuera a resultar como su padre: un hombre guapo, atractivo, interesantísimo, sin escrúpulo alguno y responsable de más de un desengaño amoroso.

―Tienes razón, Dan. Me parece muy bien que conserves esa inocente ilusión, si ha de servirte de ayuda y consuelo. Tal vez más adelante se presente en tu vida otra ilusión que pueda sustituirla.

―¡Jamás! ¡Ni lo deseo ni es posible! ―exclamó Dan con exaltación.

―Nunca puede decirse. Pero, aunque no se presentase otra ilusión, debes comprender que no hay esperanza alguna. Bess es el encanto de sus padres, su auténtico orgullo. El mejor pretendiente del mundo les parecería poco digno de ella.

Правообладателям