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Entonces he aquí que mi padre ya no sólo era perseguido por el Estado, sino por algunos de sus viejos camaradas.

* * *

Se salvó un par de veces, claro. Siempre me dijo que era un tipo con suerte.

Me contó estas historias muchas veces.

Una vez, en Medellín, lo detiene un policía. Papá sólo tiene un carnet (falso) de la universidad. Hay un tira y afloja y papá invita al policía a ir a la universidad, a la secretaría, para comprobar su identidad. De camino a la entidad, finalmente el policía desiste.

Otra historia: papá en un terminal de buses, bajando de un transporte, cuando ve que hay policías deteniendo al azar gente a la salida. ¿Qué hace él? Se acerca a una mujer que viaja sola, con un niño en brazos, y le ofrece ayuda con sus maletas. Y así salen los tres, cual inocente familia.

En otra ocasión, lo pararon y le pidieron documentos. Iba armado, pero tenía su documento. No lo cachearon.

Otra vez lo cachearon. Él iba sin documentos, pero no se los pidieron.

* * *

Una vez, muchos años después, le pregunté si había matado a alguien.

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