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La hija mayor de un matrimonio de comerciantes, más bien de derecha, la mayor de cinco hijos. Nació en Santiago y se crió en el norte de Chile, en el puerto de Huasco, el pueblo natal de mi abuelo materno. Estuvo interna en las monjas en Vallenar. Estudió Trabajo Social en la sede de la Universidad de Chile en La Serena.

Mi madre nunca militó en ningún partido político, aunque simpatizaba con la izquierda. Pero ni siquiera votaba.

Luego conoció a mi padre: un extranjero, un ex guerrillero, un Don Nadie, al decir de mis abuelos maternos, que nunca aprobaron a aquel personaje.

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Se casaron en 1972 en contra de la voluntad de mis abuelos maternos, quienes tampoco fueron a la boda. Estuvieron unos pocos: unos amigos colombianos de mi padre, unas amigas chilenas de mi madre.

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Uno podría decir: en este matrimonio está la tragedia de mi madre. Porque si no hubiera conocido a mi padre, o si no se hubiera casado con él, si más bien se hubiera casado con algún empleado bancario (como quería mi abuelo), podría haber pasado indemne el golpe militar, se habría ahorrado el exilio y sus penurias, nunca suficientemente bien contadas.

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