Читать книгу Seguir soñando historia. Una nueva antología de relatos онлайн

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Alrededor, como si de repente cientos de lucernas iluminaran los extremos del claro, aparecieron rostros severos de personas muy solemnes. Sin presentaciones, por un extraño influjo u obra de hechicería, comprendí quienes eran. A mi derecha Alejandro Magno que no paraba de sonreírme, a la izquierda Publio Cornelio Escipión, detrás de mí se encontraba Aníbal y en frente un personaje de rasgos hebreos que sin duda me recordaban a Herodes Antipas.

Alejandro comentó que yo, Druso Germánico, había heredado el honor de los grandes generales allí presentes, Escipión apostilló que además había luchado por el honor de los romanos además del de los grandes estrategas. Aníbal adelantándose unos pasos, muy formal en su actitud, dijo estar honrado por mi actitud no sólo como general si no como el último de los héroes de la antigüedad que había actuado sobre la Tierra.

Yo intenté rectificarles y decirles que mi obra estaba inacabada, no así la de ellos, y que por tanto no podía equipararme a ellos jamás. Su grandeza, sus epopeyas y hazañas no tenían parangón con mi existencia que, si bien había tenido algún éxito civil y militar, no creía llegar a su altura. En esta línea argumental pedí volver para buscar completar mi misión, pero el personaje que confundía con Antipas me argumentaba que ya había cerrado este ciclo vital y por él sería recordado...u olvidado.

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