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Después de todo, ¡es ciencia!

Sin embargo, cuando Galileo comenzó a apuntar su telescopio al cielo nocturno, la gente pudo ver que lo que pasaba en los cielos no coincidía con lo que la ciencia decía aquí, en la Tierra. De repente, el fenómeno y la ciencia que explicaba el fenómeno se hicieron irreconciliables. Como lo expresó Shakespeare en Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”.57 No solo había más cosas (por lo menos, en el cielo), sino también había cosas que, de acuerdo con la mejor ciencia, para empezar, no deberían haber estado allí.

Con su telescopio, Galileo pudo ver manchas solares que, de acuerdo con Aristóteles, no deberían existir en un cosmos perfecto e inmutable. El biógrafo de Galileo, David Wootton, escribió: “Su prueba de que las manchas solares estaban sobre la superficie del Sol, y que consecuentemente la doctrina aristotélica de la inmutabilidad de los cielos era falsa, creía él sería decisiva. Este sería el funeral, como él lo expresa (quiso decir el tiro de gracia), para la ‘pseudofilosofía’ de sus adversarios”.58

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