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La herejía de Galileo

Entre los cargos que la Inquisición le impuso a Galileo por causa de su libro estaba este: “La proposición de que el Sol está en el centro del mundo [el universo] y no se mueve de su lugar es absurda, filosóficamente falsa y formalmente hereje, pues es expresamente contraria a las Santas Escrituras”.

Técnicamente, la Inquisición tenía razón y Galileo estaba equivocado. El Sol no es el centro del universo, sino solo de nuestro Sistema Solar, que a su vez está suspendido en los suburbios exteriores de la Vía Láctea, una de los miles de millones de galaxias que recorren el universo. Y lejos de ser “inamovible de su lugar”, el Sol viaja por el cosmos a velocidades fantásticas junto al resto de las estrellas y planetas en nuestra galaxia. El Sol no se mueve de la manera en la que la iglesia, en servidumbre de la ciencia, decía que se movía. Y esa era la visión que Galileo rechazó. Por consiguiente, sus opiniones, tanto sobre la ubicación como sobre la inmovilidad del Sol, fueron condenadas como “formalmente herejes” y “expresamente contrarias a las Santas Escrituras”.

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