Читать книгу El bautismo del diablo. La evolución y la seducción del cristianismo онлайн

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De acuerdo con el pensamiento científico establecido, eso no podía ser verdad. Después de todo, más de trescientos años antes de Cristo, Aristóteles había dicho que los cuerpos en el cielo orbitaban solo a la Tierra y a nada más. Citando a un famoso físico del siglo XX que se refería al descubrimiento de una partícula subatómica no conocida hasta entonces: “¿Quién ordenó eso?”.

Incluso antes de que Galileo apuntara su telescopio a los cielos, algunos temían que fuera demoníaco. Un texto de 1575 advertía que, cuando el diablo llevó a Jesús a una montaña alta y le mostró todos los reinos del mundo, pudo haber sido una referencia a algo como el telescopio recién inventado. John Heilbron escribió: “Ningún cristiano se atrevió a desarrollar el artefacto del diablo por otros treinta años”.62

Pero, una vez que el “artefacto del diablo” se desarrolló y se lo apuntó hacia arriba, la luz que brilló expuso como falsos siglos de dogmas y suposiciones científicas. Al principio, los científicos y los teólogos se mostraban escépticos, incluso hostiles, hacia lo que Galileo estaba descubriendo. Stillman Drake declaró: “Entre el público general culto, crearon gran entusiasmo, mientras que los filósofos y astrónomos, en su mayoría, las definieron como ilusiones ópticas y ridiculizaron a Galileo o lo acusaron de fraude”.63 Qué ironía que incluso hoy “el público culto en general” permanece mucho más escéptico a la evolución que los biólogos y los filósofos. Algunos expertos, incluso los astrónomos jesuitas, fueron convencidos. Otros no; o al menos, no por completo. Y aunque hubo acusaciones, argumentos y condenaciones cruzadas de ida y vuelta durante años, Galileo fue capaz de promover sus ideas con libertad; esto es, hasta 1632 y la publicación de Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo.

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