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Los cielos cuentan la gloria de Dios,

y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

Un día emite palabra a otro día,

y una noche a otra noche declara sabiduría.

No hay lenguaje, ni palabras,

ni es oída su voz.

Por toda la tierra salió su voz,

y hasta el extremo del mundo sus palabras.

En ellos puso tabernáculo para el Sol;

y este, como esposo que sale de su tálamo,

se alegra cual gigante para correr el camino.

De un extremo de los cielos es su salida,

y su curso hasta el término de ellos;

y nada hay que se esconda de su calor (Sal. 19:1-6).

¿No prueban estos versículos el movimiento del Sol a través del cielo, como un esposo que “sale de su tálamo”, o un hombre fuerte listo para correr una carrera? Estas metáforas no significan otra cosa que movimiento. Entonces, la Biblia enseña que el Sol, no la Tierra, se está moviendo, ¿verdad?

Para comenzar, estamos tratando con metáforas en un poema. ¿Cuán cercana y literalmente podemos tomar las metáforas en la poesía? El salmista también escribió: “Un día emite palabra a otro día” y “No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz”. El día ¿habla en todos los idiomas humanos? ¿Y entonces escuchamos ese hablar del cielo en nuestra propia lengua? O el mundo en los tiempos del rey David era radicalmente diferente de lo que es hoy o el poeta estaba usando imaginería poética para expresar verdades más profundas que la imaginería en sí misma.

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