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Aun así, Fernando Ballano cuestiona que Nerín describa el acoso de los fang sufrido por los pueblos playeros (bisios, ndowé, balengues...) como ´migración´ -y sus ataques como ´escaramuzas´-, mientras que lo de Ayala, aunque no tuviera apenas hombres, armas ni munición, se califique de ´contundencia militar´.

Lo malo de utilizar palabras gruesas es que llega un momento en el que no sabemos a qué nos estamos refiriendo. Porque si damos por bueno genocidio para definir lo que hizo Ayala con los fang nos quedamos sin palabras para diferenciarlo de lo que unos años antes habían hecho los alemanes con los herero en la actual Namibia. La batalla de Waterberg y otro montón de salvajadas que engrosan el catálogo de la infamia de la colonización (sin las que ésta hubiera sido imposible).

Es cierto además que -al menos en la edición que yo he manejado- no se sabe muy bien cuáles son las fuentes que en cada caso avalan sus aseveraciones (Nerín se limita a enumerar al final del libro los numerosos archivos y bibliotecas que ha consultado -aparte de decir que ha entrevistado a bastantes viejos fang-, y eso no es mucho).164

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