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En el año 2009 trabajaba en Windhoek como responsable de la cooperación y llegó al país un español para incorporarse a una agencia de Naciones Unidas. Llamó por teléfono para verme y quedamos en encontrarnos en mi oficina. Cuando fue la hora, no apareció. Pasaron quince, treinta minutos y me asomé al porche que hacía las veces de antesala. Solo había un negro. Transcurrió más de una hora antes de que me diera cuenta del malentendido. Raúl, que así se llamaba -luego nos hicimos amigos- había sido puntual, pero yo me confundí porque esperaba a un blanco. Me pareció un indicio elocuente, aunque cuesta reconocerlo, de lo difícil que nos resulta escapar del colonialismo. Tenemos introyectado una especie de racismo condescendiente. Tal vez tenga relación con la costumbre un poco idiota de seguir exagerando el exotismo ante los amigos europeos. Una bobada.

En aquella misma época un canal español privado de televisión producía un ´reality show´ llamado Perdidos en la tribu. La cosa consistía en filmar a una familia que pasaba unos días integrada en una comunidad primitiva. Vinieron a Namibia a grabar dos capítulos. Uno con los himba y otro con los san (los bosquimanos del Kalahari).65 Parece que era un programa hecho con muy mal gusto, en el que salían a relucir compresas y cepillos de dientes. Yo no llegué a verlo, pero en la cooperación recibimos quejas de las autoridades por el tratamiento que se había dado a las poblaciones. Con el agravante, además, de que algunos san que aparecieron en el programa eran beneficiarios de un proyecto ejecutado por la Fundación CEAR que ni siquiera vivían en el lugar ni en las condiciones en las que se mostraron ante las cámaras. Los convirtieron en figurantes exóticos. Una burda explotación comercial de los estereotipos.

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