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Algo también llamativo es cómo a los guaraní-hablantes les resulta difícil reconocerse en la asignatura que con ese nombre se enseña en las escuelas (recuerda a lo que les sucedió a los pocos vascos que hablaban euskera antes de la transición, que no se sintieron identificados en el batúa promovido por las ikastolas). Habría que pensar si las políticas lingüísticas no están a veces más preocupadas por el habla que por los hablantes.

Los activistas de la otredad

Por razones profesionales tuve en Paraguay acceso a la visión de las cosas como le corresponde a un gestor. Incompleta (cada uno ve la mesa desde la esquina en la que le ha tocado sentarse), pero complementaria sin duda a la de los políticos, los investigadores y los activistas -y por supuesto a la de los propios indígenas-. Nunca pude desembarazarme del todo de la sospecha de estar contribuyendo activamente a la consolidación de algunos estereotipos.

En aquel tiempo hice el ejercicio de revisar en voz alta los títulos de la veintena de proyectos que la cooperación española había venido financiando a las comunidades indígenas durante los años anteriores:

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