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Es fácil entender que esto de la representatividad presenta numerosas aristas; ¿quién otorga, por ejemplo, el derecho para hablar en nombre de ´los indígenas no contactados´? (que sí, que quedan pocos, pero aún existen -y también unas cuantas organizaciones que actúan en su nombre-).

A menudo lo que se pone en juego no es tanto la representación como la exclusividad de quién puede o no presentarse como líder. Tú no puedes representar sin que yo te lo autorice. Si consideramos que la legitimidad de la representación debería recaer en los representados hay prácticas que parecen retorcer la lógica (al menos tal como la concebimos en el mundo democrático).

Todo ello constituye un nudo de interacciones complejo del que participan movimientos indígenas, políticos, defensores de derechos humanos, funcionarios, agencias de cooperación, académicos, ongs que gestionan proyectos y organismos internacionales. Y en ese nudo no es raro que sean los indigenistas quienes lideren los reclamos y los indígenas un coro subordinado a sus aliados no-indígenas.

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