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Dauzat se ha ocupado de ello, y aventurado que mientras que lo oral introduce continuas modificaciones en cada repetición (¿recuerdan aquel juego infantil del teléfono roto?), en cambio las instrucciones y las prohibiciones escritas son mucho más estrictas.21 Pasa lo mismo con los números, que una vez escritos hacen la contabilidad más precisa. Claro que eso deja fuera de la partida a quienes no sepan leer, escribir o contar -lo que tampoco tiene mucha relevancia porque generalmente no forman parte del club de los que importan-. La expresión tomar la palabra no es inocente y los que hacen hablar al papel se convierten de esa manera en los dueños de lo dicho. Que suelen coincidir, dicho sea de paso, con los dueños de casi todo lo demás.

Si alguien tiene dudas sobre el potencial dominador de las letras, que piense en las sentencias, las escrituras de propiedad o las sagradas escrituras.

Lo escrito hace posible la ortodoxia. La iglesia lo sabe bien y por eso se prodiga tanto en sus textos: evangelios, epístolas, misales, encíclicas, catecismos…

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