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Fue un alumno cercano a Unamuno, en quien reconoció a su principal maestro. Contaba la anécdota de que fue precisamente Don Miguel, como presidente del tribunal que lo evaluaba, quien decidió en contra de todas las presiones -eran los tiempos de la República y Giménez Caballero ya destacaba como falangista- concederle una plaza de catedrático en el instituto Cisneros.

La época heredaba la reforma educativa de Giner de los Ríos y la decepción provocada por el 98. Un ambiente de desilusión por el presente, con un pasado comprendido en clave mítica y no poca angustia respecto al futuro. Si uno lo piensa tiene bastantes cosas en común con lo que nos rodea hoy.

Gecé también tuvo como profesor (de ética) a Julián Besteiro. Besteiro fue un catedrático de lógica que a la muerte de Pablo Iglesias, en 1925, asumió la presidencia del PSOE y de la UGT. Su decisión de apoyar el golpe de Segismundo Casado contribuyó a precipitar el final de la guerra. Acabó siendo el que rindió la capital a las tropas franquistas. A diferencia de lo que otros hicieron, se negó a abandonar Madrid. Murió en la cárcel apenas un año después.

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