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Es de madrugada y soy demasiado cobarde para pedirte que
te quedes.
Tus palabras no dejan de repetirse en mi cabeza.
¿No prometimos que volveríamos a vernos?
Resoplo, aparto la guitarra y me tumbo bocarriba en la cama. Clavo la mirada en el techo. Llevo dos horas encerrado en mi cuarto porque el silencio suele ayudarme a componer, pero ahora mismo solo necesito acallar esta dichosa canción. ¿Por qué no puedo inspirarme y ya? Sería mucho más fácil poder escribir sobre cosas que no me hicieran sentir.
Compuse «Mil y una veces» y «Es tuyo» cuando conocí a Holland porque necesitaba expresar lo que sentía por ella. «Insomnio» se me ocurrió al darme cuenta de que mis amigos eran mi segunda familia. Mudarnos a Londres, lejos de Owen, y dejar todo lo que teníamos atrás me afectó tanto que compuse dos canciones más.
«Cántame al oído» y «Sigue latiendo» fueron como dos gritos al vacío. Si no respondía a mis mensajes, esperaba que al menos reaccionara a mis canciones.
No funcionó. Por eso no tendría que haber hablado con ella anoche.