Читать книгу Mejor no recordar онлайн

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—Pero ¡qué guapa! —gritó Sofía saliendo de uno de los cuartos de baño, observando cómo intentaba pintarme los labios. Ella también había bebido más de lo que su cuerpo le permitía y se tambaleaba de un lado a otro.

—Voy muy mal… —conseguí articular a trompicones—. Creo que me voy a ir.

—¡No! No te vayas —me suplicó agarrándome por la cintura y empujándome hacia la pista—. Quédate, y bailamos un par más.

En ese instante, la canción de las Spice Girls Wannabe invadió la sala, dibujando una sonrisa en nuestros rostros. Aquella era nuestra canción, la canción de las chicas del grupo. Cuando estábamos en segundo de la ESO, en clase de Gimnasia, tuvimos que inventarnos la coreografía de una canción para bailarla delante del resto del curso. Desde entonces, cada vez que sonaba dicha canción, volvíamos a bailarla todas juntas, normalmente, acabando rodeadas por grupos de gente, que daba palmas y observaba atónita nuestra coordinación y movimiento.

Aquella vez repetimos el baile entre risas y carcajadas, ya que el alcohol nos entorpecía. Recuerdo que un sentimiento de felicidad y emoción me recorrió el cuerpo al verme allí de pie, bailando otra vez con todas mis amigas. Fue uno de esos instantes que te hacen darte cuenta de la suerte que tienes con tus amigos. Además, los chicos intentaban imitarnos y nos grababan para publicar el video en sus redes sociales, lo que nos despistaba y hacía que nos equivocásemos.

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