Читать книгу Mejor no recordar онлайн

37 страница из 77

—Voy a llamarla —añadió Jorge, levantándose de la mesa y marcando el número de Alejandra. Volvió a los pocos segundos—. Nada. Apagado o fuera de cobertura.

—Yo le estoy escribiendo, pero tampoco le llega —comentó Carlos.

—Yo le mandé un mensaje al ver que no avisaba que estaba en casa —Ana interrumpió a Carlos para añadir su comentario mientras que yo hacía una mueca con la cara ya que no llegaba a entender a ninguno de mis amigos con el ruido de fondo y nuestras voces pisándose la una a la otra.

—Chicos, más despacio, no puedo oíros a todos a la vez. ¿Qué estabas diciendo, Ana? —Carlota intentaba poner orden entre nosotros, que, agitados y nerviosos, no dejábamos de suspirar e imaginarnos lo peor.

—Al ver que Ale no avisaba de su llegada a casa, le mandé un mensaje en torno a las seis de la mañana. No se ha enviado hasta que hemos salido de la discoteca, pero me acabo de dar cuenta de que no lo ha recibido —dijo señalando su conversación del móvil con Ale y dejando a la vista el mensaje enviado. Carlota asintió y volvió a dirigiese a la madre de nuestra amiga para explicarle lo que Ana acababa de contarnos. Sin embargo, cuando Macarena le hizo la siguiente pregunta y Carlota dudó en contestar, me imaginé perfectamente de lo que se trataba. Por todas las veces que me había quedado a dormir en su casa, conocía muy bien a la madre de Alejandra y sus inquietudes. Siempre le preocupaba que bebiésemos demasiado e hiciéramos luego cosas de las que nos podíamos arrepentir. Pocos segundos después, Carlota se despidió de Macarena y durante un par de segundos todos nos quedamos callados, sentados en la mesa, delante de nuestro desayuno, pero ya sin ganas de comer, con el estómago completamente cerrado y la angustia recorriéndonos el cuerpo. Finalmente, fue Jorge quien decidió romper aquel silencio sepulcral.

Правообладателям