Читать книгу Mejor no recordar онлайн

39 страница из 77

—¿Y yo que hago? —preguntó Carlota agitada—. Yo ahora, así, no me puedo ir a dormir. Estoy demasiado preocupada. Incluso creo que del agobio se me ha bajado todo el alcohol. —Carlota tenía razón. La desaparición de Alejandra nos había agitado y preocupado tanto que ni siquiera sentía ya el alcohol en la sangre.

—Intenta averiguar si se ha subido al Uber. Llama a la empresa y cuenta que Ale ha desaparecido. Quizás nos digan algo —contesté.

Luis y yo salimos de la panadería a toda prisa, dirigiéndonos de nuevo hacia la discoteca. Teníamos que llegar lo antes posible para comprobar que el portero seguía allí y poder hacerle unas preguntas. Anduvimos a paso veloz, en silencio, con la mirada fija en la acera, cada uno absorto en sus pensamientos. Apenas eran las ocho de la mañana, pero todavía no había amanecido. Distinguí de lejos la esquina de la calle donde comenzaba el pequeño y estrecho callejón, y se encontraba Tornado, la discoteca en la que habíamos visto por última vez a nuestra amiga. Luis aligeró todavía más el paso a medida que nos aproximábamos a él. De pronto, el móvil de mi amigo comenzó a sonar y ambos nos miramos fuertemente a los ojos.

Правообладателям