Читать книгу Mejor no recordar онлайн

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Decidí llamarla. Tenía que hablar con ella. Disculparme una vez más. Me imaginé que estaría dormida, habían pasado horas desde que se había marchado, pero deseaba enormemente escuchar su voz. La decepción me invadió al percatarme que tenía el móvil apagado. Pegué un suspiro y entonces opté por escribirle un mensaje. Sabía que no lo leería hasta la mañana siguiente, y que probablemente no me contestaría, pero aún estaba un poco borracho y no pensaba con claridad. Como era de esperar, el mensaje tampoco le llegó.

Atravesé a paso veloz la plaza de la Independencia y prácticamente sin pararme a observarla dejé atrás la Puerta de Alcalá. Era una mañana gélida, pero casi no sentía el frío en el cuerpo. Estaba absorto en mis pensamientos. No podía entender qué me había impulsado a actuar así. ¿Los celos?, ¿La inseguridad?, ¿La desconfianza? Nunca había sucedido nada entre Carlos y Alejandra, y sabía que nunca lo haría. Eran amigos desde pequeños. Además, sabía que a Carlos le gustaba Julia desde hacía mucho tiempo. Nunca estropearía las pocas posibilidades de tener algo con ella liándose con una de sus mejores amigas. ¿Pero, entonces? ¿Por qué había actuado así? Sabía que tenía que dejar de beber tanto. El alcohol nunca me había sentado bien, sobre todo, cuando consumía tanto. Suspiré fuertemente y aligeré de nuevo la marcha. A los pocos minutos llegué a casa y, sin quitarme la ropa ni los zapatos, me tumbé encima de la cama. Llevaba semanas sin dormir bien, pero no tenía sueño. Sentía constantemente un nudo en el estómago y un dolor de huesos que me impedía relajarme. Recordé con cariño aquel sábado en el que Alejandra y yo habíamos ido de excursión a Navacerrada, poco antes de las Navidades. Habíamos ido en mi coche, escuchando canciones de The Killers y Coldplay, mientras hablábamos y nos reíamos. Paramos a comer en un sitio de fondues de carne, y luego fuimos a dar un paseo por el pueblo. Incluso nos habíamos hecho un par de fotos juntos.

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