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—Podría estar bien, papá. Conozco otros casos, entre ellos el de mi amigo George. Nació como Schwartz y ahora se apellida Soros. Un día hablamos y me comentó que su familia había cambiado el apellido debido al antisemitismo que operaba en la Alemania nazi y que podría extenderse, como así ha sido, por el resto de los países colindantes. Por mi parte, ningún problema. Además, Venay no está nada mal. —Sonrió.

—¿Has dicho Soros?

—Sí, ¿por qué?

—Porque es un palíndromo.

—¡¿Qué dices?! —exclamó—. ¿Y eso qué es?

—Es una palabra, o un término, que se lee igual por los dos lados. Puedes leerla por donde quieras, de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. Dicen que trae buena suerte. Y además Soros, en el idioma húngaro, tiene su significado…

—Eso lo sé, papá. Quiere decir «sucesor» o «siguiente en la línea de sucesión». Algo así.

—Y tú, querida, ¿qué opinas?

Su mirada lo decía todo. La expresión era de por sí sobradamente aclaratoria y después de unos instantes de reflexión preguntó:

—¿Te acuerdas de cuál era mi apellido de cuando soltera?

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