Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

25 страница из 117

Durante el viaje de regreso observó la tristeza que progresaba en la ciudad. En la espera del verano, el céfiro primaveral no parecía tener ningún signo de esperanza. La llegada de los alemanes había convertido a una población alegre, gozosa de sí misma, en un glosario penoso donde la definición más simple se pervertía en la aversión. Los abrigos escondían mucho más que cuerpos en una temperatura más que fría para la época. El gélido marzo escondía unas mentes postradas, decaídas ante un futuro desconocido, por una situación cuya gravedad se determinaba por la discordancia con la realidad del presente. Los presagios del pueblo se ocultaban bajo las ropas de abrigo, pero los tabardos resultaban insuficientes para encubrir la adversidad en que casi todos parecían hallarse.

Tan pronto accedió a la puerta de entrada, Edit le esperaba ansiosa con una mirada interrogante.

—¿Y qué?

—Todo en orden —masculló, más que contestó, Daniel.

—¿Eso es todo?

—¿Y qué quieres que te diga?

—Pues no sé. Creo que tengo derecho a saberlo todo —manifestó con recelo—. Creo que tanto a mí como a David nos afecta directamente.

Правообладателям