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—Pronto, hijo, pronto. Pero ese no es el tema.

—¿Entonces?

Edit alzó la mano como solicitando un inciso.

—¿Y por qué no fijamos esta conversación para cuando tengamos los salvoconductos? —manifestó con sensatez.

—Porque es muy probable que en cuanto nos los entreguen tengamos que salir de inmediato. Por eso quería que dejáramos dispuesto, o al menos previsto, lo principal. Lo secundario se podría montar sobre la marcha.

A David se le hacía complicado entender a su padre. Sabía de su preocupación, de su inquietud, pero no llegaba a considerar la realidad del peligro. Entre sus compañeros se contaban historias, pero ninguna de ellas tenía la vigencia concreta de haber ocurrido. Su emancipación mental adolescente se enfrentaba en ocasiones con el interrogante de los hechos acaecidos. Su información era escasa, insuficiente, y por ello no alcanzaba a comprender a seres humanos que trataban de exterminar a otros seres de su misma naturaleza, aunque de físico y religiones diferentes.

—No pueden ser tan malos —enfatizó.

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