Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

31 страница из 117

—Sí, sí, lo voy comprendiendo. Pero solo tengo trece años y no suelo analizar todas las percepciones de nuestra vida diaria. Sería muy complicado.

—Pero tu padre sí. Y él solo desea lo mejor para todos nosotros. Más para ti que para nadie.

Daniel, que se había ausentado un instante, se reincorporó al grupo y al escuchar las últimas palabras de Edit los miró a ambos con asombro y disertó más que habló:

—Queridos, nuestro culto es una magia continua, difusa, pero magia al fin y al cabo. La historia nos ha hecho sefardíes y esa es una cualidad, dentro de nuestra propia devoción, que nos hace diferentes a un resto importante de los hebreos. Y es lo que debemos considerar: quiénes somos y cómo somos. Creo que ha llegado el momento de hacerlo. Dentro de la desgracia propia del momento, tenemos la suerte de que nuestra familia es bastante pequeña: tres personas. Pero de cara al viaje debemos inventarnos la existencia de familiares en nuestro lugar de destino. Ahí también tenemos otra oferta, propuesta o invitación. Debemos decidir el lugar de España donde nos gustaría asentarnos en el primer momento, en un principio, porque después de un tiempo podríamos abarcar cualquier punto del territorio. Creo que es una gran noticia, dentro de nuestra des-ventura. —Madre e hijo lo observaban con sorpresa, con asombro. Una perorata de tal naturaleza hacía mucho tiempo que no la escuchaban de Daniel. Aunque, por otra parte, entendían que la situación y la resolución de la misma deberían conllevar ciertas explicaciones que su padre y marido parecía ser, parecía, que estaba dispuesto a ofrecer. Y continuó—: Me aconsejaron que Toledo no es en este momento la ciudad adecuada. España se halla en un contexto de recuperación económica después de su guerra civil y sería más que conveniente alejarnos del centro del territorio. He pensado en una ciudad de la costa mediterránea, ¿qué os parece?

Правообладателям