Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

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—¡Eh! ¡Eh! George, ¿dónde vas? ¡Espera! —gritó, pero nadie le hizo caso.

David se quedó sorprendido, atónito. Pensaba que el mero hecho de modificar el apellido familiar no debería constituir un esquema evidente de una partida inmediata. George debería estar al corriente, y más por experiencia propia. Su familia cambió el nombre hacía muchos años y seguía viviendo en el término y domicilio donde se había iniciado el proceso y la consecución del nuevo apellido. No llegaba a entenderlo. Consideraba que alguna reacción, algún gesto, alguna reserva fruto de la excitación en él mismo, habría desarrollado en su amigo la idea básica que llegó a exponer con total contundencia. Sabía que George, además de ser un amigo, era una persona con una inteligencia fuera de lo común, pero lo que ignoraba era que también parecía ser un hechicero con visión de futuro.

Mientras en una parte de Budapest su hijo David y George mantenían la conversación, Daniel se encontraba esperando el tranvía que le llevaría hasta una parada cercana a la embajada española. No podía demorarse más de dos horas fuera de su domicilio, así estaba acordado por las autoridades, y tenía perfecta constancia de que el tiempo desaparecía rápido en los márgenes en que más lo necesitaba. Él y cualquiera. Pero lo consiguió. Mantuvo su entrevista con el Ángel de Budapest y regresó esperanzado hacia su residencia. Todo estaba en orden, dentro del desorden, pero en pocos días mantendría la ilusión del olvido Venayon.

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