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Los dinocazadores por fin supieron lo que iba a pasar, y repentinamente conscientes de su destino, se acercaron rápidamente a las pirámides de luz dorada para intentar entrar. Fueron rechazados por un campo de fuerza que les impedía el acceso. Nuestro cazador incluso golpeó inútilmente con su rama la dorada barrera.

Meteoro:Tierra, estoy a cinco segundos del impacto. Te transfiero los nuevos registros. Nos vemos en la siguiente etapa.Tierra:Entendido. Quedo en espera.

El pequeño dinocazador quedó frente a frente con un joven mamífero de la especie a que pertenecía su reciente víctima. El ser peludo estaba trepado en una fuerte rama de helecho, pegado al fantasmal muro de luz dorada que los separaba. En un eterno segundo, sus miradas se encontraron y ambos aceptaron lo que vendría. El dinosaurio, con dolor expresado en algo parecido a un grito dirigido al cielo. El rudimentario mamífero, con miedo y esperanza reflejados en un inquieto silencio y una rápida mirada al pequeño sol de su refugio.

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