Читать книгу Cetreros I. Profecía онлайн

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Una familia de pequeños mamíferos similares a ratones miraba la hecatombe que se desarrollaba afuera. Se sentían tranquilos a pesar de estar junto a otros mamíferos depredadores y varios cocodrilos. El recuerdo de esa convivencia pasaría a su memoria racial, junto con otros que el planeta les daría en ese periodo de adaptación. Algunos se transformarían en conocimiento instintivo. Otros, en un futuro muy lejano, se convertirían en leyendas. Y los principales serían incorporados a las bases de grandes religiones.

Pero no era la única herencia que el planeta legaría a los mamíferos. Instintivamente, estos sabían que habían ganado su nueva oportunidad por un margen muy estrecho. El derecho a presentar en la forma de sus descendientes un nuevo examen no era gratis. Era momento de aprender.

Y rápido.

Tunguska, Siberia Central, 30 de junio de 1908

Eran las primeras horas de una deslumbrante y clara mañana.

Las densas extensiones de árboles parecían hordas de silenciosos y atentos guardianes, firmes en medio del relativamente benigno clima imperante en esos días. Era un espacio mayormente virgen y salvaje, donde los animales se movían con la precisión y cautela propias de su instinto natural de conservación, acostumbrados a ciclos de vida y muerte casi inmutables. La vida llevaba siglos de relativa estabilidad debido a lo aislado e inhóspito de esa inmensa zona.

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