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Cuando el oso despegó sus ojos de los del lobo, se encontró con la mirada del humano, que de inmediato mostró una bondadosa sonrisa que dividió su barbudo rostro.—Sabre es mi amigo, y amigo tuyo también, compañero oso. Venimos a la misma reunión que tú. Gracias por haber acudido a la cita —le dijo con toda seriedad.

El oso se limitó a gruñir suavemente. Jamás los había visto antes, pero sabía perfectamente quién era el humano: era un heraldo que hablaba la lengua del geotraxis y debía ser respetado. Y ese lobo era su complemento animal, aunque fuese algo engreído también debía de ser respetado. No obstante, mantuvo una actitud de serena y algo indiferente expectativa.

Tras un breve asentimiento de cabeza a manera de despedida, el hombre siguió andando hacia el centro del claro. Su lobuno acompañante ignoró al oso, con olímpico desprecio, antes de seguir al humano. Aún entre los animales de diversas especies había jerarquías.

Su compañero humano se detuvo y se inclinó hacia él, murmurando en la lengua que el lobo conocía perfectamente:

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