Читать книгу Cetreros I. Profecía онлайн

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El hombre se alejaba cargando al muchacho y el conductor estaba aturdido. No sabía qué hacer. Tras un breve instante, se decidió a revisar los libros y carpetas que estaban en el suelo para ver si encontraba la dirección del muchacho y avisar a sus padres de lo sucedido. Era un caso raro de honesta responsabilidad civil. En la portada de una carpeta descubrió que el chico se llamaba Edmundo Escalante, mas no encontró nada que ayudara a su propósito de avisar a los familiares. Supuso que el muchacho llevaría su identificación en la cartera.

Al volver la vista hacia todos lados, ya no pudo ver al desconocido deportista por ninguna parte. Los impacientes cláxones de los automóviles que estaban detenidos detrás del suyo le obligaron a continuar su camino.

El pequeño drama no iba a detener el mundo.

Los observadores de a pie se empezaron a dispersar mientras comentaban los detalles del accidente. Ya tenían material para charlar con sus conocidos por uno o varios días, lo cual también era parte de la forma en que funcionaba el mundo.

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