Читать книгу Segunda virginidad онлайн

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Estaban estacionados frente a una imprenta cerrada. Un letrero centelleaba rojo en las caras de los dos.

Pero tiene que ser secreto, le dijo él. Por ahorita.

Un ahorita desplegado en mensajes diarios de te quiero, gordi, paseos breves en coche, llamadas de media hora, de una hora, Isabela lejos de los oídos de los demás.

Lejos de la cocina, de sus hermanos bañados en hedor de lodo y futbol, desde su habitación, Isabela le marca a Rebeca para avisarle su participación en la mentira. Sus hermanos eran capaces de preguntarle mañana en el club a Rebeca qué hicieron, cómo les fue ayer. A uno de ellos como que le gusta.

No puede ser, o sea, ya tengo que conocer al Sebastián, dice Rebeca. Si me quieres de cómplice, necesito mínimo verlo.

Rebeca propone entonces una albercada en su casa, en un jardín con muchas flores y un tobogán. Isabela y Sebastián, Rebeca y su novio, un tipo no tan agraciado ni facial ni corporalmente, panzoncito pero detallista, fiel, con tintes de poeta, párrafos sobre la belleza y la personalidad de Rebeca como mensajes de buenas noches. Un niño bien.

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