Читать книгу Segunda virginidad онлайн

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Cuando el cielo se torna fulgurante en rojos, y Rebeca y su novio bisbisean dentro del agua, Isabela llama por teléfono a Sebastián en la habitación de su amiga. Dos camas individuales, la ventana alta hacia la avenida, la puerta del clóset abierta, mucha ropa tirada, prendas en cerros desbordándose sobre la alfombra color vino.

Unos biiiip larguísimos.

¿Bueno?, Sebastián contesta adormilado.

Isabela le dice, con voz de renacuajo triste, que llevan horas esperándolo. Él, en un tono neutral que raya la indiferencia, dice que tuvo un accidente de coche con unas amigas.

¿Qué pasó?, pregunta Isabela.

Pues, ¿qué pasó? No sé...

La voz de Sebastián se distorsiona porque está saliendo ahora de una sonrisa. Isabela no ve el chiste en la ecuación.

Un carro se atravesó. Nada grave, no te preocupes.

Sebastián es apenas un silbido, un hilo vocal falso, lejano, burlón, mentiras que penetran como filos en el oído de Isabela, quien ve una mancha en el techo que se pone borrosa, acuosa desde las córneas, al mismo tiempo que su garganta temblequea en picazones porque escucha risitas de mujer desde el auricular.

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