Читать книгу Segunda virginidad онлайн

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Me salió un pelo, dijo Isabela.

No le dijo dónde. Paula, con la sabiduría en el cabello negro y en los dientes grandes, le dijo que era el primero de muchos que iban a rodear donde hacemos pipí. Esa información era nueva, inesperada: el pezón estaba muy lejos del instrumento corporal para el escusado. Los pies flotaban a varios metros de la banqueta, Isabela los veía balancearse y Paula la veía a ella y le hablaba al oído, quedito, para que nadie oyera, simple consecuencia del tema, los pelos y los pezones no son temas abiertos.

Los besos tampoco.

Isabela y Paula, ahora sentadas en dos poltronas de la habitación de los abuelos, los tenis sobre el tapete marroquí que trajo un tío en uno de sus viajes, hablan en el mismo volumen.

No le voy a decir a nadie, ya sabes, no te preocupes, dice Paula. Pero hay algo que te tengo que decir.

¿Qué?, pregunta Isabela.

Paula toma su pausita dramática y le dice que el uniceja se puso de novio con una amiga de ella en la misma fiesta.

Isabela vuelve a sentir los riachuelos de asco, pero ahora morales, sentimentales, no significar nada para el otro, él probó lo que no podía con ella, porque esa amiga de Paula con la que se puso es una mocha, todo mundo sabe, la inocente, hasta bullying le hacen en la escuela, se le ponen rosas los cachetes si alguien dice pompi o cerveza y comulga diario, claro que él encantado con ella, con la inmaculada, aparte que sí, está hermosa, y muy linda, naricita de cachorra consentida, se le cierran los ojitos cuando sonríe, igual que a él, pues sí, sí quedan, altos los dos. Isabela mejor cambia de tema:

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